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Desamparo

Aquí comparto con ustedes una pequeña historia que escribí hace poco. Está inspirada en eventos que acontecieron en mi pueblo. Por el título ya sabrán que no es una historia feliz. Es una historia que aquí, desde la distancia, me cuento.

Desamparo

En mi pueblo antes la gente se moría de vieja. Ahora se mueren a mengua con un tiro entre ceja y ceja. Ahora le tocó el turno a la comadre Isidora, la hija de la vieja Martina. Sí, aquella, la de la virgencita. Me acuerdo yo. Harán unos treinta años ya que se corrió la voz en el pueblo de que en la casa de la vieja Martina había aparecido la Virgen del Valle en una escudilla. Todo el mundo se volcó a la calle Buenos Aires para ver el milagro. Y era verdad. Sí, allí estaba, la manchita marrón con la forma del velo y del vestido largo. La pusieron en un altarcito y la adornaron con flores y velas. La gente venía de todas partes del pueblo y hasta de otros caseríos para santiguarse y pedirle a la Virgencita por este y por aquel, por la cosecha, por los enfermos, en fin... por todo aquello que uno con tanta fe les pide a sus santos. Yo sé que para la vieja Martina aquello fue una alegría muy grande, tener a la Virgencita en su propia casa, ya ven. Yo no sé qué pasó con aquello de que se la querían llevar a la iglesia. Si mal no recuerdo, el padre Juan sólo fue a verla una vez. Seguro que pensó que era mejor que se quedara en esa casa, total fue ahí donde eligió aparecerse. ¿Quiénes somos nosotros para poner en duda los designios sagrados? Yo ya casi no me acuerdo de la imagen. Con el pasar de los años todo fue cambiando aquí en el pueblo. Antes nos conocíamos todos, ahora hay un montón de gente rara, muchachos en motos, barrios que se desbordan, con nombres que yo ni sé. Muchos se fueron cuando se dieron cuenta de que esto se lo llevó quien lo trajo. Los más jóvenes. Pero para dónde agarra uno tan viejo ya, y cansado. Yo me resguardo en la casa y rezo para que Dios me proteja a mi gente. Rezo sí y de vez en cuando me acuerdo de la vieja Martina y de la virgen de la escudillita ¿Qué habrá sido de ella? Habrá quedado olvidada entre el ir y venir de tanta gente, entre la discordia y la miseria. La muerte de la comadre Isidora me la trajo a la memoria y me puse a pensar. Aquí ya nadie está salvo. Ni siquiera ella que tanto le rezó a esa Virgencita y ya ven, un tiro entre ceja y ceja cuando protegía a uno de sus muchachos de uno de esos vándalos en moto. Una desgracia. Que alguien nos ampare…

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