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Microcosmos


Cada año se hace más difícil la decisión de viajar a Venezuela. Las razones son bien conocidas por todos: inseguridad, escasez, inflación, falta de servicios, y un largo etc. Luego de cada viaje pienso que las cosas no podrían empeorar más, pero me parece que subestimo la capacidad que tienen los que están en el poder de apoderarse de todo lo que tienen a su alcance e inutilizarlo o directamente destruirlo. ¿Incompetencia, incapacidad, mera ignorancia? Las razones ya han sido bastante dilucidadas. Mi viaje esta vez no fue diferente. Y otra vez logró sorprenderme hasta qué punto de deterioro ha llegado el país. Sí, es cierto lo que dice la prensa y las redes sociales: hay que hacer eternas colas para conseguir productos básicos (leche, papel higiénico, detergente, pañales...), hay un sistema diseñado que solo te permite comprar estos productos, cuando los hay, ciertos días de la semana de acuerdo a tú número de identidad, los robos y asesinatos son cosa de cada día... y la gente anda con miedo. El caso de mi pueblo me golpeó de manera especial. La vida en ese lugar es un microcosmos de lo que ha sido todo el proceso de deterioro que ha sufrido el país. No soy de los que creen que antes todo era perfecto y que no teníamos problemas. Pero puedo atestiguar que durante los últimos 15 años el lugar ha ido en picada, y parece no haber vuelta atrás. Este es un pueblo petrolero, cuya vida ha estado relacionada a las compañías petroleras y sus labores en los alrededores. Me gustaría decir que antes era un lugar pujante o en constante progreso, pero ese no es el caso. Siempre ha sido un pobre pueblo, que nunca se ha beneficiado realmente de las riquezas que abundan en su suelo. Un pobre pueblo, pero donde antes se podía vivir y trabajar. Recuerdo atravesar sus calles para llegar al liceo donde estudié, andar en bicicleta libremente y sobre todo conocer o reconocer a la gente que encontraba a mi paso. Mi familia es una de las viejas allí y ese decir "todo el mundo se conoce" era bastante cierto, pues vivíamos rodeados de familia, amigos y conocidos. Yo me fui a Caracas a estudiar cuando tenía 16 años, pero todavía recuerdo la gente, la única panadería que había, las dos farmacias, la iglesia (con su cura español), las dos estaciones de servicio y el campo de la compañía petrolera donde vivíamos y donde quedaba la escuela donde estudié primaria. Hace diez años me fui del país y he vuelto con frecuencia, al menos una vez al año. El destino ha sido siempre mi pueblo. Y con cada viaje voy constatando el proceso de desgaste que ha sufrido. Poco a poco el lugar se fue convirtiendo en una guarida de criminales, gentes venidas de otros lugares que han formado pandillas y lentamente han tomado el lugar. Con la misma han llegado estas bandas y se ha producido un éxodo de muchos de los que habían vivido allí toda su vida, que temiendo por su seguridad han preferido mudarse a otros lugares creyendo poder escapar de las circunstancias. Y es que allí matan gente a diario. Algunos miembros de mi familia han sido testigos de asesinatos a plena luz del día en la plaza, donde como si nada un par de motorizados acribilla a alguien mientras los demás miran atónitos. Ni hablar de "las vacunas", ese tipo de extorsión, donde a cambio de "protegerte" tienes que pagarles a estos grupos de maleantes. La gente se va, la gente muere o simplemente desaparece, como fue el caso de un conocido comerciante del pueblo que fue secuestrado hace unos seis años y nunca se supo nada más de él. Mientras estuve allí escuché tantas historias diferentes, porque todos tienen algo que decir, alguna experiencia y no hay reunión donde no se discuta, proteste o queje sobre la inseguridad, lo difícil que es conseguir algún artículo de primera necesidad, la falta de medicinas, las colas, el terrible sistema de salud y pare de contar. Pero no solo escuché historias, estaba allí en junio cuando un tiroteo en el mismo liceo donde estudié le costó la vida a dos personas.

Los muchachos estaban reunidos organizando la graduación cuando un pleito entre bandas llegó hasta el liceo y sin más volaron las balas. La gente se encoleriza, la protesta se convierte en un gesto inútil. Y el deterioro continúa imparable. Este es solo el ejemplo de este pueblo, un pueblo petrolero que la gente está abandonando, donde los comercios están cerrando y donde el crimen reina flagrante. ¿Alguna semejanza con lo que vive el país? La única diferencia es que se trata del lugar que me vio nacer, donde está mi familia, y por eso me golpea de frente. Cuesta reconocer algo del pasado en ese lugar, por eso hay que encerrase en las cuatro paredes de la casa y rogar que no vengan a meterse a medianoche. ¿Puede ponerse peor? Creo que ahora sí que nada me sorprende.

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